Hemos muerto

También me he detenido en los placeres,

en los de tu piel, lozana de la mieles,

en los de tus dedos, encarnando mis deseos, 

en los de tus labios, que me mienten cuando pueden.

Me he detenido en los placeres banos, futiles de los clichés, 

en las voces que atormentan al poeta, en los antiguos dioses de Grecia, 

las beldades medievales, los torzos heróicos, las lozas y sus sabidurías pasadas.

Todas esta cosas de mal gusto en la que me deleito,

el mal gusto de los que saberes escriben,

repitiéndose en sus pusilánimes pensamientos que se consideran auténticos,

pero auténtica es la sensación de felicidad, de burla y superioridad,

en este pedestal en el que los leo, desde lo alto, sobre el mundo entero,

revolcándose en sus detritos intelectuales y sensuales.

Hoy me doy cuenta que estamos muertos, 

no ha muerto la posibilidad del arte, solamente los corazones,

las razones, la sensaciones que nos lleven a un lugar más allá de nosotros mismos, 

de nuestra estúpida y pestilente existencia.

Hemos muerto.

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