Armonía

Tráeme una toalla. Gracias. “Nunca pude entender la conversación que sostuve con una señora, hace muchos años, tenía yo diecisiete, ella treinta. Era la noche de Navidad. Habiendo convenido con un vecino en ir los dos a la misa de gallo, preferí no dormir; acordamos que yo iría a despertarlo a medianoche.” Sonaron once campanadas, y yo estaba tomándome un vaso de la cachaza de mi Papá (que en la paz de Cristo descanse) y mirando las grandes nubes que habían opacado el cielo durante todo el día. [1] Alguien golpeó a la puerta, una sola vez, yo estaba cerca, como si supiera que alguien venía, como si hubiera planeado una cita planeada, sin tener conciencia de haberla planeado, usted me entiende, debe acabar de sentirlo. Era ella, la del retrato ¿su mamá? ¿Vive? ¿No? Que en la paz de Cristo descanse. Venía toda mojada. No ha llovido en todo el día, fue lo único que se me ocurrió decirle, ahí empezó lo raro, mmm mire Vinicius, no tengo idea de cómo se su nombre, era como si la hubiera co...